Esta puente debe su nombre al hecho de que antaño su factura era de madera. Varios troncos de roble se unían entre sí y eran anclados con ganchos de hierro a las rocas en una zona especialmente estrecha .Aquí el cauce del río queda encajonado hasta el punto de que solamente hay cuatro metros entre sus orillas. Por ello es frecuente que el agua salte por encima de la puente y que antiguamente la presión hiciera que las vigas de madera se soltasen y las llevara la corriente río abajo. Yo aún recuerdo verla hecha de troncos, uno de los cuales estuvo muchos años entre unas peñas en La Bodega, a siete kilómetros. Finalmente se decidió hacerla de cemento, lo cual no impidió que el agua la volviera a romper al menos una vez que yo recuerde.
Tras salir del encajonamiento de la puente, se han formado varias grandes hoyas en las que se arremolina el agua y que tienen fama de ser de gran profundidad y especialmente peligrosas, más aun si cuentan con la trágica maldición de haberse cobrado la vida de una persona que se arrojó desde la puente y cuya historia ya os contaré.
Esa zona se llama El Cahozo. Desde Cabeza del Caballo el sonido del agua al romper en las rocas tiene un especial significado en las noches de invierno. Desde pequeño recuerdo como los mayores nos hacían escucharlo cuando la lluvia amainaba y el silencio daba paso a una quietud solo interrumpida por ese lejano bramar del agua .Los vientos húmedos de Oeste hacen que el sonido llegue nítido hasta el pueblo y siempre ha sido el presagio de nuevas lluvias pero , además, el silencio de la noche hace que te sientas abrumado por la fuerza de la naturaleza y sobrecogido por la ausencia de otros ruidos que son habituales y que parecen desaparecer. Es una experiencia que os invito a descubrir.